23 de octubre de 2012



Me despierto, son algo más de las cuatro, pero de forma recurrente y en escasos segundos llega hasta mi almohada Wislawa...

La hora de la noche al día.
La hora de una orilla a otra.
La hora de los que tienen más de treinta.

La hora vaciada para el canto de los gallos.
La hora en que la tierra nos traiciona.
La hora en que el viento sopla desde estrellas extinguidas.
La hora de y-si-nada-queda-de-nosotros.

La hora hueca.
En blanco, vacía.
El pozo de todas las horas. (Murakami se mete también en mi cabeza y se adentra en un pozo)

Nadie se siente bien a las cuatro de la mañana. 
Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la mañana... 
tres hurras por las hormigas. Y que lleguen de una vez las cinco
si es que vamos a seguir viviendo. 



Mientras oigo su voz escucho a lo lejos algo de música, la única música que de madrugada llega a mi cama,  y con mis ojos cerrados "veo"  mi ventana de los gorriones abierta y la que hay junto a mi bosque de abedules...abierta y con rejas,  pero la música se cuela.


Cuando acaba de recitar Wislawa y Murakami escribe cartas me llega mi propia voz cuando dije hace algunos años que no me gustan las personas que nunca se muestran vulnerables.

Debo dormir, no puedo abandonarme a reflexiones a estas horas. Me doy la vuelta y cierro los ojos. En  mi sueño me veo en una glorieta con un grupo de artistas que han llegado de otra ciudad, están haciendo una instalación, forman un bosque de troncos secos pintados de colores. No me quedo mucho rato porque empieza el concierto. No me puedo creer que a falta de 5 minutos el recinto esté aún vacío. No es un grupo al que yo haya seguido, pero es un grupo mítico, cuando era una cría mi hermano ponía ese disco...y yo estoy impaciente por escuchar la lluvia...por sentirla más cerca.



...y de fondo se oye Have You Ever Seen the Rain








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Dime