31 de mayo de 2012






 
Me encantan los árboles. Y no había ninguno en el asilo, nada más que unos palos enclenques y miserables, de los cuales colgaban unas jaulas blanqueadas con cal. Esos árboles parecían huérfanos también. Yo acostumbraba decirles: 
“¡Oh, pobrecillos! Si estuvierais en los grandes bosques con otros árboles en derredor, con alces y ardillas y un arroyo no muy lejos, con pájaros cantando en vuestras ramas, podríais crecer, ¿no es cierto? Pero no lo podéis hacer donde estáis. Sé exactamente lo que sentís, arbolitos”


 Ana de las Tejas Verdes (Cordelia)

Fotografía desde el autobús



.